"Te lo prohíbo" por Beto Ortiz

Beto Ortiz, Pandemonio

En salvaguarda del bienestar general de la nación
prohíbase terminantemente, desde las cero cero
horas del lunes, todo lo siguiente.

Prohíbase al ciudadano Alfredo Benavides Gastello llevar a cabo la caracterización del personaje de “Beto Tortís” por considerarlo profundamente ofensivo, grotesco, denigrante y atentatorio contra mi dignidad humana, mi susceptibilidad moral, mi acrisolada reputación, mi endeble estabilidad emocional, mi confundida masculinidad y mi baja autoestima. Dicho personaje hace vil escarnio de mi intachable imagen de prócer de la libre expresión y de mi sólido prestigio obtenido con sangre, sudor y lágrimas a lo largo de 25 años de indesmayable ejercicio del periodismo serio, ponderado y culiestrecho. El ciudadano Benavides, compatriotas, me ridiculiza sin misericordia ante mi público cautivo, mellando gravemente mi credibilidad al extremo que ha terminado por diluir mi imagen y fusionarla con la de mi vulgar imitación. Cada vez son más las personas que, distraídas, me confunden con mi clon. ¿Creen ustedes acaso que es bonito ir caminando por la calle y que a uno le griten “siguiente preguntaaaa”? ¡¿O peor aún: ”Es verduraaa”?! No, peruanos y peruanas, esta nociva caricatura lesiona mi buen nombre pues cada vez son más quienes piensan que, en verdad, salgo a la calle ataviado con capa roja y coronita. Piensan también que me creo el rey del guaguancó. No es justo pues, país. Creen que realmente apellido Tortís.

Prohíbase a tan nefasto sosias por una infinidad de nobilísimas razones. No vaya a pensarse que es este el caprichito de un ególatra que pretende prohibir algo solamente porque a él no le gusta, no, hermanos y hermanas, no. Al humillar, zaherir, desdorar a Beto Ortiz, el personaje de Beto Tortís humilla, zahiere, desdora a todas las personas que cargan a cuestas el terrible drama del sobrepeso y, al mismo tiempo, humilla, zahiere, desdora también a todas las personas LGTB del Perú. ¿O es que acaso no se habían dado cuenta? La enorme y silenciosa comunidad gorda de la gran Lima, por ejemplo, esa tremenda masa informe, ¿se sentirá acaso reivindicada en sus derechos al comprobar que la televisión insiste en presentar a la gordura como un permanente motivo de burla, de vejamen, de bullying? ¿Es que acaso los gordos solo servimos para que se rían de nosotros? ¿Qué cosa somos? ¿Los nuevos enanos? Ejem. Perdón: ¿Somos las nuevas “personas pequeñas” que solamente nos contratan en los programas cómicos para ser el hazmerreír de la mal llamada gente normal? Pregúntense conmigo: ¿Dónde está el enano comentarista económico de Canal N? A ver, díganme. ¿Por qué no hay una mujer obesa conduciendo “Panorama”? Esto no puede continuar. Prohíbase terminantemente la cruel e inhumana utilización de enanos y de gordos en programas cómicos. Basta ya. Ahora bien, ya hablando en tercera persona, que el ciudadano Ortiz haya admitido ser parte de la población LGTB, (se dice así, ¿no?), es asunto suyo y a nadie más debe importar siempre que trate de disimularlo y no nos lo ande recordando todo el tiempo. Sin embargo, consideramos aquí que su doble Beto Tortís distorsiona la realidad. Así como a los tolerantes nos exaspera la intolerable Paisana Jacinta porque es una paisana demasiado paisana y el alienante Negro Mama porque es un negro demasiado negro, creemos que Beto Tortís es demasiado Tortís. Ya se malea ya. Y con ello contribuye a reforzar en el inconsciente colectivo los estereotipos de la cultura hegemónica: cimienta la idea de que ser LGTB implica necesariamente comportarse como un estilista unisex, disforzado y laberintoso siendo que, en la vida real es humanamente imposible ser tan cabro. (Créanme. No se puede. Es inútil. Lo he intentado). Ahora bien, a fin de que la muy respetable comunidad de estilistas unisex, disforzados y laberintosos del Perú no se sienta aludida por la oración anterior y, sin ningún ánimo de generalizar, queremos dejar en claro que nos estamos refiriendo, en realidad, a uno en particular: al señor Fulvio Carmelo. Bueno es culantro pero no tanto. Mal ejemplo. Prohíbase terminantemente a Fulvio Carmelo. Que alguien llame al Serenazgo.

Prohíbanse, por discriminatorios, todos esos programas de Educación Física vespertinos. Esos jóvenes apolos, esas jóvenes sílfides de cuerpos esculturales se han convertido en los héroes y heroínas de nuestra juventud. Pero, ¿no se han dado cuenta cómo la producción rechaza a los chicos comunes y corrientes para privilegiar solo a los que encajan en unos cánones casi helénicos, europeos, absurdos de belleza? ¿Han pensado que será de la colegiala desangelada que no puede costearse el implante de senos o del calapitrinche que no tiene para comprarse los esteroides inyectables? La angustia generada por la imposibilidad de parecerse a ellos no tardará en llegar a extremos de auténtica locura así que, mejor, prohíbanse, por si acaso. Prohíbase a Fiorella Rodríguez cuya delgadez puede acomplejar a las televidentes más tacuchi y prohíbase también a Johanna San Miguel para prevenir la frustración mortal que podrían sufrir sus numerosas fans –sobre todo aquellas a las que no les alcanza para someterse a una cirugía bariátrica– que pueden llegar a creer que es posible adelgazar como ella haciendo dieta. Prohíbanse los programas de cocina. Hay como treinta en el aire. ¿Dónde se creen que están? ¿En París? El Perú es todavía un país con hambre, compatriotas. ¿Cómo puede la pâtissière Sandra Plevisani pedirle a las comunidades campesinas de Huancavelica que “pincelen la reducción de albaricoques sobre la masa phyllo de la tarta? Prohíbanla, por el amor de Dios. El pueblo tiene hambre. Prohíbanse los comerciales racistas de detergentes de ropa y de piojicidas. Solo se permitirán aquellos spots donde los personajes con camisas mugrientas o infestados de piojos sean presidentes de directorio o niños rubios, respectivamente. Si no, no. Prohíbase a Aldo Miyashiro en particular y, en general, a todo lo chino. Tras exhaustivos análisis semióticos hemos llegado a la conclusión de que se trata de una astuta campaña política que se vale de la publicidad subliminal para instalar un chip en el cerebro de los peruanos. ¿Cómo le dicen a Miyashiro? ¿”El Chino”? ¿Se han tomado la molestia de contar cuántas veces se dice la palabra “chino” en cada uno de sus programas? ¡Decenas, centenares de veces! Entonces, ¿cuál es el mensaje que recibe ese televidente ya zombie antes de dormir? ¡Chino,chino! ¡Chinochinochino! Otra patraña del Doc puesta al descubierto gracias al periodismo de investigación. Si lo que la gente está pidiendo es cultura: ¿por qué no contratan a Marco Aurelio Denegri en “Al Fondo Hay Sitio”? ¿Dónde está el negro narrador de noticias? ¿Por qué no está toda la televisión peruana subtitulada en quechua? ¿No debería haber un asháninka entrevistando en 3G? ¿Qué porcentaje de las figuras de TV son discapacitadas? ¿No sería inclusivo que una de las conductoras de los shows femeninos del mediodía fuera un bello travesti? Gracias, peruanas y peruanos, por haber llenado con vuestras firmas nuestros planillones. Que así llene la alegría vuestros corazones. Gracias a ustedes, a partir del lunes, todo esto estará prohibido.

Vía Perú 21


Asociación de Comunicadores Escolares del Sur Peruano
ACESP-ONGD

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