El último cartucho de la autorregulación por Marco Sifuentes
Por Marco Sifuentes
Publicado en La República
A raíz del caso Milagros Leiva, ha habido en las columnas de los diarios un muy interesante debate sobre el rol de la prensa y, en general, de los medios en esta situación de zozobra permanente en la que parecemos vivir. Al final, con las pasiones desbordadas, todo termina reduciéndose a una competencia de quién puede minar más la credibilidad del otro bando.
Un periodista lanza una acusación y los políticos comprometidos –o sus adláteres– se las ingenian para demoler al periodista o medio responsable. Casi nunca se trata de un debate de argumentos, en el que el periodista está dispuesto a escuchar los descargos para llegar a la verdad y, de la misma forma, que el político decida responder clara y directamente. Nada de eso sucede. Todo se trata de una competencia por ver quién tiene la credibilidad más grande. Pero allí está el problema y disculparán el sesgo profesional: ¿cuán bajo ha caído el periodismo como para que su credibilidad sea comparable a la de los políticos?
Podríamos decir que el periodismo nunca se recuperó del todo de los 90 pero, como dijo Dargent en una columna de este mismo diario, al menos en los 90 y con la tele tomada por Montesinos, había espacios para el debate público. Uno puede decir que tenemos cuatro (¿o ya son cinco?) canales noticiosos de cable. Pero todos sabemos que sus ratings sumados, en sus mejores momentos, probablemente no superen los 5 puntos. Con las elecciones encima, Dargent pregunta si no “ha llegado acaso el momento de pensar en nuevas formas de presión y regulación, una propuesta elaborada desde diversos grupos políticos y la sociedad civil que no pueda ser denunciada como amenaza”.
Las marchas contra la ‘tele basura’ son un indicador de que el descontento es generalizado. Y aquí insisto en algo que ya se ha comentad1o por aquí: el problema no son las 3 horas de 24 en las que se pasan los programitas tipo ‘Combate’. El problema es todo el ecosistema noticioso alrededor, con una cobertura 24/7 de los sucesos de esos programitas. Es imposible ignorarlos: están en tu noticiero, en el programa de las 11 de la noche, en el del mediodía, es el titular de sus webs. Eso es lo que termina enervando a la gente. Ya pasó una vez. Se viene el verano, será época de marchas (las tremendas manifestaciones contra la Ley Pulpín fueron durante las vacaciones de los jóvenes) y también de elecciones. La ola puede venir mucho más fuerte.
Si los medios quieren recuperar credibilidad no deben esperar que cualquier político decida ganar popularidad esgrimiendo la bandera de la anti tele (o anti radio) basura. La Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV) tiene un Código de Ética que contempla la autorregulación, cuya tarea, según el artículo 5, es mantener estos tres sencillos principios fundamentales “a) Veracidad; b) Respeto a la dignidad de la persona humana; y c) Responsabilidad social”. No solo eso. La Secretaría Técnica del Comité de Solución de Quejas de la SNRTV puede actuar de oficio, sin esperar que alguien presente una queja o pedido de rectificación.
Por el camino en el que estamos, no está lejano el día en que los políticos tengan más credibilidad que los medios (o que ambas partes no tengan ninguna). La única salida, ahora, es demostrar que el Pacto de Autorregulación suscrito por 13 radios y 4 canales de televisión no es letra muerta, que pueden respetar su principio de veracidad y que son conscientes de su responsabilidad social. Todavía se puede. El 2016 la historia puede ser muy distinta.
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