Entrevista | Todos los niños pueden ser Einstein
Sí, todos los niños pueden ser Einstein pero no en el sentido de superdotados o cerebritos sino de personas inteligentes, capaces y que desarrollen todos sus talentos. Fernando Alberca, profesor, escritor y padre de 8 hijos explica que Einstein fue carne de fracaso escolar hasta los 15 años y que no leía ni hablaba bien hasta que distintas personas le valoraron, apoyaron y confiaron en él. Y esta idea la extrapola a la infancia en su libro “Todos los niños pueden ser Einstein. Un método eficaz para motivar la inteligencia“.
En esta entrevista, publicada en la revista Selección Literaria de Troa Librerías en el 2013 y realizada por Maite Castillo, el autor habla del alto fracaso escolar en España y su mensaje de necesidad de cambio en el sistema educativo, de todo lo que se enseña que no sirve para nada, de las diferencias entre hemisferio izquierdo y derecho, y del potencial de todos los niños queridos y motivados.
¿Nos imaginamos cómo sería una sociedad así? Esta es la entrevista:
Entendemos que para ser un buen educador hay que sentir verdadera vocación. ¿Cómo y cuándo se dio cuenta de que era la suya?
Mi padre era psiquiatra infantil. Cada día se levantaba a las siete de la mañana para estudiar y compartía con nosotros sus inquietudes. Llegó un momento en que me di cuenta de que quería ser profesor pero no sabía muy bien de qué. Finalmente, terminé haciendo Filosofía y Letras.
La educación en España no parece ir por buen camino, dado el elevado porcentaje de fracaso escolar.
En España no podemos tener tantos niños tan torpes. Si nuestros alumnos tienen un índice de fracaso escolar de más del 30%, algo tenemos que mejorar. Partimos de un sistema que no es del todo malo aunque quizás sea demasiado rígido y esté muy volcado en el hemisferio izquierdo del cerebro, en el que domina la lógica, por lo que a una inteligencia creativa le va mal. Pero también creo que falta motivación en el profesorado. Si uno es buen profesor, da igual el sistema que te pongan delante; pero hoy estamos siendo más evaluadores que enseñantes. Claro que en muchas ocasiones el desprestigio social de la profesión de profesor tampoco ayuda.
Entonces, la clave está fundamentalmente en el profesorado
En buena medida así es. Educación y política no son buenos compañeros y a los políticos lo que les tenemos que exigir es que aseguren las condiciones para que los docentes puedan ejercer su trabajo. El resto está en manos de los profesores, ellos son la clave para conseguir el cambio.
¿No parece muy optimista?
Pues lo soy y estoy convencido de que las aulas están llenas de “einsteins”. No hay más que fijarese en personas como Juan Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica y premio Príncipe de Asturias, o Rafa Nadal. También ellos son ejemplos de inteligencia. Y lo que necesita la sociedad es eso, genios, personas inteligentes y capaces, no superdotados.
¿Qué es lo que usted cambiaría primero?
Dedicaría toda la primaria a una sola y única cosa: aprender bien a leer y escribir. Los niños tendrían que aprender a leer antes, puesto que tienen capacidad para ello. Y si dominan la comprensión lectora, podrán estudiar lo que quieran. Saber leer, escribir, hablar y escuchar con propiedad es la base del éxito personal y laboral. Enseñar a leer a nuestros alumnos es lo principal, casi lo único, que debería preocuparnos a los profesores. Y cuantas más cosas aprendan leyendo, más inteligentes serán. Sin embargo, les estamos enseñando un montón de cosas que realmente no sirven para nada. También primaría más la creatividad, la imaginación, la curiosidad… Necesitamos alumnos que aprendan a hacer preguntas y, sin embargo, nuestro sistema educativo lo castiga porque nuestro tipo de enseñanza está montado para el hemisferio izquierdo del cerebro.
Sin embargo, no son muchos los adolescentes a quienes les apasione la lectura.
No les gusta leer porque no se les ha enseñado a hacerlo y por culpa de ello pueden estar perdiendo el 80 por ciento de la riqueza de su vida. La lectura es como vivir cien veces más, y puedes hacerlo desde el sillón de tu propia casa con la ventaja de que cuando cierras el libro vuelves a la tuya propia. Los niños quieren y tienen capacidad para leer desde muy pequeños, a los dos o tres años, y no lo aprovechamos.
¿De verdad podemos conseguir que nuestros hijos sean superdotados?
No, el coeficiente intelectual de una persona apenas se altera a lo largo de su vida. Sin embargo, la inteligencia sí que crece si la alimentamos. Einstein no era un superdotado, en su propia casa lo tachaban de retrasado mental y los primeros profesores que tuvo lo consideraban incapaz. De hecho, comenzó a hablar muy tarde, con ocho o nueve años, y a los quince era todavía lo que nosotros consideramos hoy un ejemplo de fracaso escolar.
Y sin embargo, terminó convirtiéndos uno de los científicos más prominentes del siglo ¿A qué se debió el cambio?
A dos factores: motivación y método, y gracias a tres o cuatro personas que aparecieron en su vida y que posibilitaron el cambio. Empezó a ser querido, reconocido y valorado. Y si sientes confían en ti, te creces. Eso fue lo que le pasó a Einstein, que encontró quien lo estimulara a pensar y a valorar el potencial de su cerebro.
El cerebro y sus hemisferios, ¿es ésa clave?
En el hemisferio izquierdo del cerebro está la lógica, como las matemáticas o la expresión verbal y en el derecho, la imaginación, la intuición y la creatividad. Cuando ambos hemisferios interactúan y se estimulan los dos por igual, surgen las ideas brillantes. Y es necesario tener esto en cuenta en materia de enseñanza porque lo importante es potenciar ambos. Nos estamos equivocando cuando solo utilizamos una parte del cerebro.
Cuando yo estudiaba bachillerato, tuve que elegir entre ciencias y letras…
Eso es un error; clasificamos demasiado nuestro sistema educativo, todo está secuenciado, dividido.., y eso solo lo entiende el hemisferio izquierdo, de manera que a los chavales que tiene más desarrollado el derecho les puede resultar muy difícil.
¿Y cómo se motiva a un niño?
Para motivar a los niños es preciso que sus padres confíen en que pueden hacer las cosas por mismos pero para ello es preciso enseñarles que están preparados para hacerlo. Hay que hacerle capaz de resolver problemas, ser paciente cuando un niño de tres años se abrocha el abrigo, dejándo que lo haga él solo, y como ése cualquier pequeño problema. A todo ser humano le gusta lograr lo difícil. Todos tenemos una mente maravillosa y un deseo de ser héroes y hacer grandes cosas, cosas buenas, para obtener reconocimiento o para sentirnos muy queridos. Un niño más querido es más capaz.
¿No los estamos sobreprotegiendo demasiado?
La sobreprotección es muy común en la educación hoy en día, es el error más extendido en la sociedad del bienestar, donde es muy fácil y accesible resolver los problemas cotidianos. Es muy común en la escuela y también en la familia. Es importante encontrar las claves que fortalecen a los niños y los hacen más inteligentes y felices: que aprendan a saltar sus propios obstáculos, enseñarles que todo tiene consecuencias, a disfrutar de lo extraordinario que esconde la vida cotidiana y a querer de verdad. Pero no hay que confundir la motivación con el aliento. Decir a un niño “tú puedes” acaba generando ansiedad porque con el esfuerzo sólo no vale. La capacidad de hacer cosas viene dada por el esfuerzo y la necesidad. Y solo así podremos superar las crisis que se nos presenten en la vida.
¿Y el método?
A menudo suelo comparar a los niños con un piano. Se trata de acertar con la tecla, de estimularlos en aquello en lo que muestren más interés, sin olvidar aquellas otras capacidades que seas capaces de desarrollar aunque les suponga un mayor esfuerzo. Para ello sólo hace falta conocer cómo funcionan nuestras cabezas. En nuestra cultura estancamos aquello en lo que creemos que no somos válidos y lo que hay que hacer es todo Io contrario, potenciar aquello en lo que no tenemos éxito.
¿Y conseguiremos así que nuestros hijos sean unos genios?
Conseguiremos que desarrollen la inteligencia y que sigan haciéndolo a lo largo de la vida. La inteligencia es infinita y cuanto más inteligentes seamos más capaces nos sentiremos de ir resolviendo los problemas que nos surjan y, en consecuencia, seremos más felices.
Fuente: El Blog Alternativo
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